Las hadas han llegado al Nuevo Mundo. Aunque echan de menos el respeto y las ofrendas, han venido para quedarse.

Aquí, los humanos no agachan la cabeza. No se encogen con temor ni protegen sus nombres. Aquí acarician sus armas de hierro y buscan sangre, pelean. Son tan salvajes como las tierras que vinieron a conquistar.

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Para algunos sólo son leyendas y relatos de otros tiempos, con magia, portadores de hierro y duelos al atardecer. Otros, sin embargo, han aprendido a temer a la corte al otro lado del mar.

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